D2 05



- CAPITULO V -
El advenimiento del Campo Escudo de defensa y el l�ser, con su explosiva interacción, mortal tanto para el atacado como para el atacante, marcaron las determinantes de la evolución tecnológica de las armas. No necesitamos insistir en el papel especial de las atómicas. El hecho de que cualquier Familia en mi Imperio est� en situación de utilizar sus atómicas para destruir las bases planetarias de otras cincuenta o m�s familias causa cierto nerviosismo, es cierto. Pero todos nosotros poseemos precautorios planes de devastadoras represalias. La Cofrad�a y el Landsraad poseen las llaves con las que poner en jaque esta fuerza. No, mi preocupación se dirige hacia el desarrollo de los seres humanos como armas especiales. Aqu� hay un campo virtualmente ilimitado a partir del desarrollo de unos pocos poderes.
-Muad'dib: Conferencia en la Academia de la Guerra, tomada de la Cronica de Stilgar.


El hombre viejo se manten�a inmóvil en el umbral, escudrińando afuera. Sus ojos completamente azules estaban velados por la nativa sospecha comśn a toda la gente del desierto con respecto a los extranjeros. Amargas l�neas torturaban las comisuras de su boca, entre los ralos cabellos de su blanca barba. No llevaba destiltraje, y era significativo el que ignorara este hecho, aśn sabiendo el torrente de humedad que escapaba de su casa a trav�s de la puerta abierta.
Scytale se inclinó e hizo la seńal convenida de la conspiración.
De alguna parte tras el viejo llegó el sonido de un rabel, con la �tona disonancia de la mśsica de semuta. Nada en el viejo evidenciaba los efectos de la droga, por lo que era presumible que hab�a alguien m�s dentro. Sin embargo, a Scytale le pareció extrańo la presencia de un vicio tan sofisticado en un lugar como aquel.
Saludos de lejos -dijo, sonriendo a trav�s del rostro de aplanados rasgos que hab�a elegido para aquel encuentro. Entonces se le ocurrió que quiz� aquel viejo reconociera el rostro que hab�a elegido. Algunos de los Fremen m�s viejos de Dune hab�an conocido a Duncan Idaho.
La elección de aquellos rasgos, que hab�a juzgado divertida, pod�a ser un error, decidió Scytale. Pero ya no pod�a variarlos ahora. Dirigió nerviosas miradas arriba y abajo de la calle. żEl viejo no se decidir�a nunca a invitarle a entrar?
żConoc�is a mi hijo? -preguntó el viejo.
Esta era una de las respuestas clave. Scytale respondió convenientemente, permaneciendo todo el tiempo con los ojos alerta en busca de cualquier circunstancia sospechosa a su alrededor. No le gustaba su situación all�. La calle, sin salida, acababa en aquella casa. Todas las casas de los alrededores hab�an sido edificadas por veteranos del Jihad. Formaban un suburbio de Arrakeen que se extend�a en la Depresión Imperial m�s all� de Tiemag. Las paredes que cercaban la calle presentaban rostros ciegos de color gris�seo, rotos por sombras oscuras de puertas selladas y, aqu� y all�, obscenidades pintadas. Cerca de la puerta donde se hallaba ahora alguien hab�a garabateado una proclama acerca de que un tal Beris hab�a sido el culpable de traer a Arrakis la horrible dolencia que le hab�a arrebatado su virilidad.
żVen�s con alguien m�s? -preguntó el viejo.
Vengo solo -dijo Scytale.
El viejo carraspeó, dudando aśn.
Scytale se resignó a tener paciencia. Aquella forma de entrar en contacto acarreaba sus peligros. Quiz� el viejo tuviera alguna razón para comportarse as�. Sin embargo, la hora era propicia. El p�lido sol estaba casi en su c�nit. La gente de aquel barrio permanec�a encerrada en sus casas, durmiendo en las horas m�s c�lidas del d�a.
żEra el vecindario lo que preocupaba al viejo?, se preguntó Scytale. La casa contigua, sab�a, hab�a sido asignada a Otheym, un antiguo miembro de los temibles comandos de la muerte Fedaykin de Muad'dib. Y Bijaz, el enano catalizador, estaba con �l.
Scytale dirigió de nuevo su atención hacia el viejo, notando la manga vac�a que colgaba de su hombro izquierdo y la falta de un destiltraje. Un aire de mando emanaba aśn de aquel viejo. En el Jihad no hab�a estado con la chusma.
żPuedo saber el nombre de mi visitante? -preguntó el viejo.
Scytale contuvo un suspiro de alivio. Despu�s de todo, hab�a sido aceptado.
Me llamo Zaal -dijo, empleando el nombre asignado a �l en aquella misión.
Yo soy Farok -dijo el viejo-, antiguo Bashar de la Novena Legión en el Jihad. żOs dice algo eso?
Scytale leyó la amenaza en aquellas palabras.
Nacisteis en el Sietch Tabr con lealtad a Stilgar -dijo.
Farok se relajó y dio un paso hacia un lado.
Sed bienvenido en mi casa.
Scytale se deslizó al oscuro atrio... suelo de losas azules, brillantes incrustaciones de cristal en las paredes. Tras el atrio hab�a un patio cubierto. La luz que entraba por los filtros translścidos derramaba una opalescencia tan plateada como la luz de la Primera Luna. La puerta de la calle chirrió sobre sus cierres estancos tras de �l.
Eramos un pueblo noble -dijo Farok, abriendo camino a su visitante-. No hab�amos sido arrojados fuera. No viv�amos en poblados en los graben... Ącomo ahora! Pose�amos un buen sietch en la Muralla Escudo, encima de la Cresta Habbanya. Un gusano pod�a llevarnos hasta Kedem, en el interior del desierto.
No como ahora -admitió Scytale, comprendiendo lo que hab�a empujado a Farok a entrar en la conspiración. El Fremen ańoraba los viejos d�as y las viejas costumbres.
Entraron en el patio cubierto.
Farok luchaba contra una intensa hostilidad hacia su visitante, se dio cuenta Scytale. Los Fremen desconfiaban de los ojos que no ten�an el azul total del Ibad. Los extranjeros de otros mundos, dec�an los Fremen, ten�an ojos vacuos que dec�an cosas que supuestamente no deb�an ver.
La mśsica de semuta se interrumpió al entrar ellos. Ahora hab�a sido reemplazada por el rasgueo de un baliset, primero en un acorde a la novena escala, luego las claras notas de una canción que hab�a sido popular en los mundos de Naraj.
A medida que sus ojos se habituaban a la luz, Scytale vio a un hombre joven sentado con las piernas cruzadas en un div�n bajo entre los arcos a su derecha. Los ojos del joven eran dos cuencas vac�as. Con la instintiva facilidad de los ciegos, empezó a cantar en el mismo momento en que Scytale fijaba su mirada en �l. Su voz era clara y suave:

�Un viento sopló sobre la tierra
Y barrió el cielo a lo lejos.
ĄY a todos los hombres! żQu� es este viento?
Los �rboles yerguen sus ramas,
Bebiendo donde los hombres bebieron.
He conocido demasiados mundos,
Demasiados hombres,
Demasiados �rboles,
Demasiados vientos.

Esas no eran las palabras originales de la canción, observó Scytale. Farok le condujo lejos del muchacho y bajo los arcos, en el lado opuesto, seńal�ndole unos almohadones esparcidos sobre el suelo. Las losas estaban decoradas con pinturas de criaturas marinas.
Este es un almohadón que fue ocupado por Muad'dib en el sietch -dijo Farok, seńalando un abultado almohadón redondo y negro-. Ahora es vuestro.
Soy vuestro deudo -dijo Scytale, sent�ndose en el negro y abultado almohadón. Sonrió. Farok daba pruebas de sagacidad. Unas sabias palabras de lealtad incluso mientras escuchaban canciones de oculto significado y palabras con secretos mensajes. żQui�n pod�a negar los terror�ficos poderes del Emperador tirano?
Insertando sus palabras a trav�s de la canción sin romper su ritmo, Farok dijo:
żOs molesta la mśsica de mi hijo?
Scytale hizo un gesto hacia un almohadón situado frente a �l y apoyó su cabeza contra una fr�a columna.
Me gusta la mśsica -dijo.
Mi hijo perdió sus ojos en la conquista de Naraj -dijo Farok-. Fue curado all�, y all� hubiera debido quedarse. Ninguna mujer del Pueblo lo querr� as�. Es curioso, sin embargo, saber que tengo nietos en Naraj que nunca llegar� a ver. żConoc�is los mundos de Naraj, Zaal?
En mi juventud, hice una gira por all� con mi grupo de Danzarines Rostro -dijo Scytale.
As� pues, sois un Danzar�n Rostro -dijo Farok- Me lo he preguntado al veros. Me record�is a un hombre al que conoc�.
żDuncan Idaho?
Exacto, �ste. Un espadach�n a sueldo del Emperador.
Murió, segśn se dice.
Segśn se dice -asintió Farok-. As� pues, żsois realmente un hombre? He o�do historias acerca de los Danzarines Rostro que... -se alzó de hombros.
Somos hermafroditas Jadacha -dijo Scytale-, libres de elegir el sexo que queramos. Por el momento, soy un hombre.
Farok frunció pensativamente sus labios, y luego:
żPuedo ofreceros algo para refrescaros? żDese�is un poco de agua? żAlgśn fruto helado?
Hablar es suficiente -dijo Scytale.
El deseo del hu�sped es una orden -dijo Farok, sent�ndose en el almohadón situado frente a Scytale.
Bendito sea Abu d'Dhur, Padre de los Indefinidos Caminos del Tiempo -dijo Scytale. Y pensó: ĄYa est�! Ya le he dicho claramente que vengo de parte de un Navegante de la Cofrad�a y que gozo de su protección.
Sea tres veces bendito -dijo Farok, uniendo sus manos en la forma ritual. Eran unas manos viejas, de nudosas venas.
Un objeto visto a distancia revela tan sólo su principio -dijo Scytale, revelando que quer�a discutir acerca de la fortificada Ciudadela del Emperador.
Aquello que es oscuro y mal�volo seguir� si�ndolo por siempre y no importa a qu� distancia -dijo Farok, avis�ndole que tuviera calma.
żPor que?, se preguntó Scytale. Pero dijo:
żCómo perdió los ojos vuestro hijo?
Los defensores de Naraj utilizaban un quemador de piedras -dijo Farok-. Mi hijo estaba demasiado cerca. ĄMalditas atómicas! Incluso los quemadores de piedras deber�an estar prohibidos.
Es una forma de interpretar la ley -admitió Scytale. Y pensó: ĄUn quemador de piedras en Naraj! Nunca nos lo dijeron. żPor qu� habr� hablado ahora ese viejo de los quemadores de piedras?
Ofrec� a vuestros dueńos comprar ojos tleilaxu para �l -dijo Farok-. Pero corre una historia entre las legiones acerca de que los ojos tleilaxu esclavizan a sus usuarios. Mi hijo me dijo que tales ojos eran de metal y que �l es de carne, por lo que una unión as� ser�a pecaminosa.
El principio de un objeto debe corresponder a su intención inicial -dijo Scytale, intentando desviar la conversación hacia las informaciones que deseaba.
Los labios de Farok se tensaron, pero asintió.
Hablad abiertamente de lo que quer�is -dijo-. Debemos confiar en vuestro Navegante.
żHab�is entrado nunca en la Ciudadela Imperial? -preguntó Scytale.
Lo hice en las fiestas conmemorativas de la victoria de Molitor. Hab�a un terrible fr�o en todas aquellas piedras, a pesar de los potentes calefactores ixianos. La noche anterior dormimos en la terraza del Templo de Mia. Ya sab�is que hay �rboles all�.. �rboles de muchos mundos. Nosotros, los Bashars, �bamos vestidos con nuestras m�s finas ropas verdes, y ten�amos nuestras mesas apartadas de las dem�s. Comimos y bebimos demasiado. Me sent� disgustado por algunas de las cosas que vi. Los heridos se mezclaron con nosotros, arrastr�ndose en sus muletas. No creo que Muad'dib sepa a cu�ntos hombres ha mutilado.
żPon�is objeciones a la fiesta? -preguntó Scytale, pensando en lo que sab�a acerca de las org�as Fremen iniciales con cerveza de especia.
Aquello no ten�a nada que ver con la comunicación de nuestras almas en el sietch -dijo Farok-. No hab�a tau. Para entretenerse, las tropas hab�an recibido chicas esclavas, y los hombres contaban las historias de sus batallas y de sus heridas.
As� pues, penetr�steis en aquel gran montón de piedras -dijo Scytale.
Muad'dib vino hasta nosotros en la terraza -dijo Farok-. �Que la fortuna os sea propicia, dijo. ĄEl penetrante saludo del desierto, en aquel lugar!
żSab�is la situación de sus apartamentos privados? -preguntó Scytale.
Muy adentro -dijo Farok-. En algśn lugar muy adentro. He o�do decir que �l y Chani llevan una vida nómada incluso en el interior de las paredes de su Ciudadela. Utiliza el Gran Salón para las audiencias pśblicas. Tiene tambi�n salones para recepciones y lugares para reuniones formales, toda un ala para su guardia personal, lugares para las ceremonias y toda una sección para las comunicaciones. Tambi�n me han dicho que hay una estancia en las profundidades de su fortaleza donde mantiene un gusano aletargado rodeado de agua para impedir que escape. All� es donde lee el futuro.
Los mitos mezcl�ndose siempre con los hechos, pensó Scytale.
Todo el aparato del gobierno lo acompańa constantemente -refunfuńó Farok-. Secretarios y asistentes y asistentes de los asistentes. Pero con los unicos que tiene confianza es con Stilgar y con los antiguos compańeros.
No con vos -dijo Scytale.
Creo que ha olvidado mi existencia -dijo Farok.
żCómo lo hace cuando abandona su edificio? -preguntó Scytale.
Tiene un pequeńo tóptero en una zona de aterrizaje en las murallas interiores -dijo Farok-. Me han dicho que Muad'dib no ha permitido nunca a nadie que tome los controles para aterrizar all�. Por lo que he o�do se necesita una tal precisión en el aterrizaje que el menor error de c�lculo precipitar�a el aparato por encima de la muralla a uno de sus condenados jardines.
Scytale asintió. Esto era probablemente cierto. Aquel acceso a�reo a los apartamentos del Emperador era una razonable medida de seguridad. Los Atreides hab�an sido siempre magn�ficos pilotos.
Utiliza hombres para llevar sus mensajes distrans -dijo Farok-. El implantarle traductores disminuye a un hombre. La voz de un hombre deber�a estar siempre gobernada sólo por �l. No deber�a llevar el mensaje de otro hombre oculto entre sus sonidos.
Scytale alzó los hombros. Todos los poderosos usaban el distrans en aquella �poca. Uno no pod�a estar nunca seguro de los obst�culos que iba a hallar entre el expedidor y el destinatario. El distrans desafiaba cualquier an�lisis criptológico, debido a que se basaba en sutiles distorsiones de los esquemas naturales del sonido, que pod�an alcanzar una enorme complejidad.
Incluso los oficiales de impuestos utilizan este m�todo -dijo Farok-. En mis tiempos, los distrans eran implantados tan sólo en animales inferiores.
Pero la información de los impuestos debe permanecer secreta, pensó Scytale: M�s de un gobierno se ha hundido porque el pueblo ha descubierto la cifra real de lo que recaudaba.
żQu� sienten ahora las cohortes Fremen respecto al Jihad de Muad'dib? -preguntó Scytale-. żObjetan algo a la idea de hacer un dios de su Emperador?
La mayor parte de ellas ni siquiera consideran esta eventualidad -dijo Farok-. Piensan en el Jihad como pienso yo... al menos la mayor�a de ellas. Es una fuente de extrańas experiencias, aventura, riqueza. Este miserable graben donde vivo -Farok hizo un gesto abarcando el patio- cuesta sesenta lidas de especia. ĄNoventa kontars! Hubo un tiempo en el que ni siquiera hubiera podido imaginar tal riqueza -agitó la cabeza.
A otro lado del patio, el muchacho ciego hizo sonar en su baliset las notas de una balada de amor.
Noventa kontars, pensó Scytale. Qu� extrańo. Ciertamente es una gran riqueza. La choza de Farok ser�a un palacio en muchos otros mundos, pero todo es relativo... incluso el kontar. żSabe Farok, por ejemplo, de dónde viene esa medida para el peso de la especia? żHa pensado alguna vez que un kontar y medio era la carga l�mite que pod�a llevar un camello? No es probable. Sin duda Farok ni siquiera ha o�do hablar nunca de un camello o de la Edad de Oro de la Tierra.
Con sus palabras siguiendo en forma extrańa el ritmo de la melod�a que su hijo tocaba en el basilet, Farok dijo:
Yo pose�a un crys, anillos de agua para diez litros, mi propia lanza heredada de mi padre, un servicio de caf�, una botella de cristal rojo tan vieja como mis recuerdos en el sietch. Ten�a mi parte en la especia, pero no dinero. Era rico y no lo sab�a. Pose�a dos esposas: una sencilla y muy querida para m�, la otra estśpida y obstinada, pero con unas formas y un rostro de �ngel. Era un Naib Fremen, un conductor de gusanos, dueńo del leviat�n y de la arena.
El joven, al otro lado del patio, cambió el ritmo de su melod�a.
Sab�a muchas cosas sin tener necesidad de pensar en ellas -dijo Farok-. Sab�a que hab�a agua muy lejos bajo nuestra arena, oculta y custodiada por los Pequeńos Hacedores. Sab�a que mis antepasados sacrificaban v�rgenes a Shai-hulud... antes de que Liet-Kynes nos ordenara dejar de hacerlo. Cometimos una equivocación dejando de hacerlo. Vi muchas veces las joyas en la boca del gusano. Mi alma ten�a cuatro puertas, y las conoc�a todas.
Permaneció silencioso, hundido en sus pensamientos.
Y entonces vino el Atreides con la bruja de su madre -dijo Scytale.
Entonces vino el Atreides -asintió Farok-. El hombre al que llamamos Usul en nuestro sietch, su nombre privado entre nosotros. ĄNuestro Muad'dib, nuestro Mahdi! Y cuando nos llamó para el Jihad, hubo algunos de nosotros que preguntaron: �ĄPor qu� tengo que ir yo a combatir all�? No hay nadie de los nuestros. Pero otros hombres le siguieron... hombres jóvenes, amigos, compańeros de mi infancia. Cuando regresaron hablaron de brujer�a, del poder de su salvador Atreides. Combatió a nuestros enemigos, los Harkonnen. Liet-Kynes, que nos prometió el para�so en nuestro propio planeta, le hab�a dado su bendición. Se dec�a que ese Atreides hab�a venido a cambiar nuestro mundo y nuestro universo, que iba a hacer florecer flores doradas en la noche. -Farok levantó sus manos y examinó las palmas-. Los hombres seńalaron a la Primera Luna y dijeron: �Su alma est� all�. As�, fue llamado Muad'dib. No comprend� nada de esto. -Bajó las manos y miró-. No ten�a ningśn pensamiento en mi cabeza. Sólo hab�a pensamientos en mi corazón y en mi vientre y en mis costados.
De nuevo, el tempo de la mśsica se aceleró.
żSab�is por qu� me alist� en el Jihad? -los viejos ojos miraron duramente a Scytale-. Hab�a o�do hablar de algo llamado el mar. Es muy dif�cil creer en el mar cuando uno ha vivido tan sólo aqu�, entre estas dunas. Nosotros no tenemos mares. Los hombres de Dune nunca han conocido el mar. No tenemos m�s que nuestras trampas de viento. Recolectamos el agua para el gran cambio que Liet-Kynes nos prometió... este gran cambio que Muad'dib nos ha tra�do con un solo gesto de su mano. Puedo imaginar un qanat, el agua circulando al aire libre a trav�s de un canal. A partir de esto, mi mente puede crearse una imagen de un r�o. żPero un mar?
Farok miró al translścido techo de su patio cubierto como si intentara percibir el universo que hab�a m�s all�.
Un mar -dijo, con voz muy baja-. Imagin�rmelo era demasiado para mi mente. Sin embargo, algunos hombres a los que conoc�a me dijeron que hab�an visto esta maravilla. Cre�a que ment�an, pero ten�a que verlo con mis propios ojos. Esta es la razón por la que me alist�.
El joven pulsó un fuerte acorde final en el baliset, y empezó una nueva canción con un extrańo ritmo ondulante.
żY encontr�steis vuestro mar? -preguntó Scytale.
Farok permaneció en silencio, y Scytale pensó que el viejo no le hab�a o�do. La mśsica del baliset se elevaba a su alrededor y vibraba como el movimiento de una marea. Farok respiraba a su ritmo.
Era un crepśsculo -dijo entonces Farok-. Uno de nuestros antiguos artistas hubiera podido pintar un tal crepśsculo. Ten�a el rojo del color del cristal de mi botella. Era dorado... azul. Era en el mundo que llaman Enfeil, all� donde conduje a mi legión a la victoria. Hab�amos franqueado el paso de una montańa donde el aire estaba impregnado de humedad. Era dif�cil respirar en �l. Y entonces vi lo que mis amigos me hab�an contado haber visto ellos: el agua, hasta tan lejos como alcanzaba la vista, y m�s lejos aśn. Descendimos hasta ella. Nos metimos en ella. Chapoteamos en ella y bebimos. Era amarga y me puso enfermo. Pero nunca olvidar� aquella maravilla.
Scytale captó la melancol�a de los recuerdos del viejo Fremen.
Me sumerg� en aquella agua -dijo Farok, mirando hacia abajo, hacia las criaturas acu�ticas dibujadas en las losas del suelo-. Un hombre se metió en aquella agua... y otro hombre salió de ella. Me di cuenta de que pod�a recordar un pasado que nunca hab�a existido. Mir� a mi alrededor con ojos dispuestos a aceptarlo todo... absolutamente todo. Vi un cuerpo en el agua... uno de los defensores a los que hab�amos derrotado. Hab�a tambi�n all� cerca un gran trozo de madera en el agua, parte del tronco de un gran �rbol. Puedo cerrar mis ojos y verlo de nuevo como si aśn estuviera all�. Estaba ennegrecido por el fuego en uno de sus extremos. Y hab�a un trozo de tela en aquella agua, un pedazo amarillo arrancado de algśn vestido... desgarrado y sucio. Mir� todas aquellas cosas, y comprend� por qu� estaban en aquel lugar. Estaban all� para que yo pudiera verlas.
Farok se giró con lentitud y miró directamente a Scytale en los ojos.
El universo est� inacabado, żcomprend�is? -dijo.
Locuaz, pero profundo, pensó Scytale. Y dijo:
Puedo ver que eso causó una profunda impresión en vos.
Vos sois un tleilaxu -dijo Farok-. Hab�is visto muchos mares. Yo he visto solamente �ste, pero sin embargo s� algo acerca de los mares que vos no sab�is.
Scytale sintió el desagradable contacto de un viejo sentimiento de inquietud.
La Madre del Caos nació en el mar -dijo Farok-. Un Qizara Tafwid estaba cerca de all� cuando me sumerg� en aquella agua. El no entró en el mar. Permaneció de pie en la arena... aquella hśmeda arena... con algunos de mis hombres que sent�an su mismo miedo. Me miró con ojos que sab�an que yo hab�a comprendido algo que a �l le hab�a sido negado. Yo me hab�a convertido en una criatura acu�tica y le produc�a miedo. El mar me curó del Jihad y creo que lo comprendió as�.
Scytale se dio cuenta de que la mśsica se hab�a detenido en algśn momento de aquella exposición. Se sintió turbado al no poder precisar en qu� momento exactamente hab�a callado el baliset.
Como si durante todo el tiempo hubiera seguido el encadenamiento de una misma conversación, Farok dijo:
Cada una de las puertas est� custodiada. No hay ninguna forma de penetrar en la fortaleza del Emperador.
Esa es su debilidad -dijo Scytale.
Farok levantó la cabeza, mir�ndole curioso.
Existe una forma -explicó Scytale-. Y el hecho de que la mayor parte de la gente (incluido, esperamos, el Emperador) piense de otro modo... �sta es nuestra ventaja. -Frunció los labios, d�ndose cuenta repentinamente de lo extrańo del rostro que hab�a elegido. El silencio de la mśsica segu�a inquiet�ndole. żSignificaba esto que el hijo de Farok hab�a dejado de transmitir? Esta era la forma en que hab�an procedido, por supuesto: el mensaje
estaba condensado y hab�a sido transmitido con la mśsica. Se hab�a impreso en el sistema nervioso de Scytale, de donde podr�a extraerlo en el momento propicio gracias al distrans implantado en su córtex suprarrenal. Ahora su cuerpo era un contenedor de palabras desconocidas. Estaba henchido de datos: cada c�lula de la conspiración aqu� en Arrakis, cada nombre, cada clave de contacto... toda la información vital.
Con esta información podr�an afrontar Arrakis, capturar un gusano de arena, iniciar el cultivo de la melange en algśn lugar m�s all� del alcance de Muad'dib. Podr�an vencer el monopolio al mismo tiempo que venc�an a Muad'dib. Podr�a iniciar tantas cosas con aquella información.
Tenemos aqu� a la mujer -dijo Farok-. żDese�is verla ahora?
Ya la he visto -dijo Scytale-. La he estudiado cuidadosamente. żDónde est�?
Farok chasqueó sus dedos.
El joven tomó su rabel y pasó el arco por encima de sus cuerdas. La mśsica de semuta flotó por la estancia. Como obedeciendo al sonido, una mujer joven vestida con ropas azules surgió de una puerta cerca del mśsico. El embotamiento del narcótico inundaba el profundo azul del Ibad de sus ojos. Era una Fremen, adicta a la especia, y ahora presa de un vicio provinente de otro mundo. Su consciencia hab�a huido lejos con la semuta, se hab�a perdido en algśn lugar, conducida por el �xtasis de la mśsica.
La hija de Otheym -dijo Farok-. Mi hijo le ha administrado el narcótico con la esperanza de conseguir una mujer del Pueblo para s�, pese a su ceguera. Pero como pod�is ver, su victoria ha sido vana. La semuta ha tomado de ella lo que �l esperaba conseguir.
żSu padre no sabe nada? -preguntó Scytale.
Ni siquiera ella sabe nada -dijo Farok-. Mi hijo le proporciona falsos recuerdos que ella utiliza en sus visitas. Ella cree que ama a mi hijo. Esto es lo que cree tambi�n su familia. Se sienten algo ultrajados porque mi hijo no es un hombre completo, pero no van a interferir, por supuesto.
La mśsica se diluyó y acabó.
A un gesto del mśsico, la joven se sentó junto a �l, inclin�ndose para escuchar lo que �l le murmuraba.
żQu� vais a hacer con ella? -preguntó Farok.
Una vez m�s, Scytale estudió el patio cubierto.
żHay alguien m�s en la casa? -preguntó.
Estamos todos aqu� -dijo Farok-. Pero no me hab�is dicho lo que pens�is hacer con la mujer. Es mi hijo quien desea saberlo.
Como si fuera a responder, Scytale extendió su mano derecha. Una brillante aguja surgió de la manga de su traje y se hundió en el cuello de Farok. No hubo ningśn grito, ningśn cambio en su postura. Farok estar�a muerto en un minuto, pero hasta entonces permanecer�a inmóvil, paralizado por el veneno de la aguja.
Suavemente, Scytale se puso en pie y cruzó el patio en dirección al mśsico ciego. El joven segu�a murmurando al o�do de la mujer cuando el dardo penetró en �l.
Scytale tomó el brazo de la joven, la obligó suavemente a ponerse en pie, cambiando su apariencia antes de que ella le mirara. Cuando ella estuvo en pie, fijó sus ojos en �l.
żQu� ocurre, Farok? -preguntó.
Mi hijo est� cansado y debe retirarse -dijo Scytale-. Ven. Hemos de irnos.
Hemos hablado un poco ahora -dijo ella-. Creo que le he convencido de aceptar unos ojos tleilaxu. Muy pronto haremos de �l de nuevo un hombre.
żNo lo hab�a dicho yo muchas veces? -dijo Scytale, anim�ndola a avanzar hacia las habitaciones de atr�s.
Su voz, constató con orgullo, se ajustaba perfectamente a sus actuales faciones. Era inconfundiblemente la voz del viejo Fremen, que seguramente ahora ya deb�a estar muerto.
Scytale suspiró. Hab�a actuado con simpat�a, se dijo a s� mismo, y con toda seguridad las v�ctimas no hab�an llegado a saber el peligro que se cern�a sobre ellas. Ahora, deb�a darle a la joven su oportunidad.





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